El cambio climático y la seguridad hídrica
Recientemente, el panel Intergubernamental sobre Cambio Climático hizo públicos datos alarmantes sobre las consecuencias del calentamiento global en algunas de las regiones más pobres del mundo. Para el año 2100 se espera que de mil a tres mil millones de personas en el mundo sufran de escasez de agua. El calentamiento global aumentará la evaporación y reducirá de manera importante las lluvias —en hasta un 20% en el Oriente Próximo y el norte de África— y para mediados de siglo probablemente la cantidad de agua en estas regiones se reduzca a la mitad por persona.
Esta repentina escasez de un elemento cuya importancia simbólica y espiritual sólo se compara con su centralidad para la vida humana, causará tensiones y exacerbará los conflictos. África, Oriente Próximo y Asia Central serán las primeras regiones en estar expuestas a esto. Sin embargo, las repercusiones serán globales.
No obstante, esta sombría perspectiva no es una excusa para la apatía ni para el pesimismo. Puede que los conflictos sean inevitable; las guerras no lo son. Nuestra capacidad de prevenir las "guerras por el agua" dependerá de la capacidad colectiva para anticiparnos a las tensiones y encontrar soluciones técnicas e institucionales para manejar conflictos emergentes. La buena noticia es que estas soluciones existen y están demostrando su eficacia cada día.
Las represas —siempre y cuando tengan un diseño y tamaño adecuados— pueden contribuir al desarrollo humano ayudando a enfrentar el cambio climático y regulando el agua disponible. No obstante, en un nuevo contexto de escasez, los proyectos de infraestructura en el curso superior de ríos internacionales pueden tener efectos sobre la calidad o disponibilidad de agua en los estados vecinos, causando tensiones.
Las organizaciones en torno a la cuenca de un río, como las creadas para los ríos Nilo, Níger o Senegal, ayudan a facilitar el diálogo entre estados que comparten recursos hidráulicos. Al desarrollar una visión conjunta del desarrollo de las vías fluviales, estas iniciativas de cooperación regional trabajan hacia una propiedad común del recurso y reducen así el riesgo de que las disputas por el agua deriven en violencia.
La mayoría de las vías fluviales internacionales tienen este tipo de marcos para el diálogo, si bien en diferentes niveles de desarrollo y logros. Si vamos a tomarnos en serio las proyecciones sobre el cambio climático, la comunidad internacional debería fortalecer estas iniciativas. En las áreas donde no existen, se deberían crear. La ayuda oficial para el desarrollo puede crear incentivos para cooperar mediante el financiamiento de la recolección de información, la entrega de conocimientos técnicos o, de hecho, condicionando los préstamos a negociaciones constructivas.
Sin embargo, los conflictos internacionales acerca del agua son sólo una cara de la moneda. Las más violentas guerras sobre los recursos hídricos ocurren hoy en día dentro de estados más que entre ellos. La escasez de agua genera conflictos étnicos, ya que las comunidades comienzan a temer por su supervivencia e intentan apropiarse del recurso. En Darfur, las sequías recurrentes han envenenado las relaciones entre los granjeros y los pastores nómadas, y la guerra de la que hoy somos testigos impotentes ocurre tras años de conflicto en escalada. Chad corre el riesgo de caer presa del mismo ciclo de violencia.
En consecuencia, es urgente satisfacer las necesidades humanas más básicas de las poblaciones a través de iniciativas de desarrollo local. Los proyectos hidráulicos rurales, que aseguran el acceso a agua a estas poblaciones a lo largo de largas franjas de tierra, pueden demostrar ser eficaces herramientas de prevención de conflictos. Con la ayuda de técnicas de imágenes por satélite se están creando corredores de pastoreo seguros para orientar a los nómadas y sus rebaños a áreas adecuadas. La clave es anticiparse a la necesidad de entrar en acción antes de que las tensiones se acrecienten hasta llegar a un punto irreversible.
También es necesario abordar el consumo de agua. El 70% del uso de agua del mundo se destina a la agricultura. La investigación y las innovaciones técnicas en el ámbito de la agronomía son cruciales para maximizar el uso eficiente del agua en este sector, y se deben llevar mucho más allá. Sin embargo, enfrentar la escasez inevitablemente implicará revisar las prácticas y políticas agrícolas para asegurar su sustentabilidad.
Mijail Gorbachov y Jean–Michel Severino
(PNUMA)
Recientemente, el panel Intergubernamental sobre Cambio Climático hizo públicos datos alarmantes sobre las consecuencias del calentamiento global en algunas de las regiones más pobres del mundo. Para el año 2100 se espera que de mil a tres mil millones de personas en el mundo sufran de escasez de agua. El calentamiento global aumentará la evaporación y reducirá de manera importante las lluvias —en hasta un 20% en el Oriente Próximo y el norte de África— y para mediados de siglo probablemente la cantidad de agua en estas regiones se reduzca a la mitad por persona.
Esta repentina escasez de un elemento cuya importancia simbólica y espiritual sólo se compara con su centralidad para la vida humana, causará tensiones y exacerbará los conflictos. África, Oriente Próximo y Asia Central serán las primeras regiones en estar expuestas a esto. Sin embargo, las repercusiones serán globales.
No obstante, esta sombría perspectiva no es una excusa para la apatía ni para el pesimismo. Puede que los conflictos sean inevitable; las guerras no lo son. Nuestra capacidad de prevenir las "guerras por el agua" dependerá de la capacidad colectiva para anticiparnos a las tensiones y encontrar soluciones técnicas e institucionales para manejar conflictos emergentes. La buena noticia es que estas soluciones existen y están demostrando su eficacia cada día.
Las represas —siempre y cuando tengan un diseño y tamaño adecuados— pueden contribuir al desarrollo humano ayudando a enfrentar el cambio climático y regulando el agua disponible. No obstante, en un nuevo contexto de escasez, los proyectos de infraestructura en el curso superior de ríos internacionales pueden tener efectos sobre la calidad o disponibilidad de agua en los estados vecinos, causando tensiones.
Las organizaciones en torno a la cuenca de un río, como las creadas para los ríos Nilo, Níger o Senegal, ayudan a facilitar el diálogo entre estados que comparten recursos hidráulicos. Al desarrollar una visión conjunta del desarrollo de las vías fluviales, estas iniciativas de cooperación regional trabajan hacia una propiedad común del recurso y reducen así el riesgo de que las disputas por el agua deriven en violencia.
La mayoría de las vías fluviales internacionales tienen este tipo de marcos para el diálogo, si bien en diferentes niveles de desarrollo y logros. Si vamos a tomarnos en serio las proyecciones sobre el cambio climático, la comunidad internacional debería fortalecer estas iniciativas. En las áreas donde no existen, se deberían crear. La ayuda oficial para el desarrollo puede crear incentivos para cooperar mediante el financiamiento de la recolección de información, la entrega de conocimientos técnicos o, de hecho, condicionando los préstamos a negociaciones constructivas.
Sin embargo, los conflictos internacionales acerca del agua son sólo una cara de la moneda. Las más violentas guerras sobre los recursos hídricos ocurren hoy en día dentro de estados más que entre ellos. La escasez de agua genera conflictos étnicos, ya que las comunidades comienzan a temer por su supervivencia e intentan apropiarse del recurso. En Darfur, las sequías recurrentes han envenenado las relaciones entre los granjeros y los pastores nómadas, y la guerra de la que hoy somos testigos impotentes ocurre tras años de conflicto en escalada. Chad corre el riesgo de caer presa del mismo ciclo de violencia.
En consecuencia, es urgente satisfacer las necesidades humanas más básicas de las poblaciones a través de iniciativas de desarrollo local. Los proyectos hidráulicos rurales, que aseguran el acceso a agua a estas poblaciones a lo largo de largas franjas de tierra, pueden demostrar ser eficaces herramientas de prevención de conflictos. Con la ayuda de técnicas de imágenes por satélite se están creando corredores de pastoreo seguros para orientar a los nómadas y sus rebaños a áreas adecuadas. La clave es anticiparse a la necesidad de entrar en acción antes de que las tensiones se acrecienten hasta llegar a un punto irreversible.
También es necesario abordar el consumo de agua. El 70% del uso de agua del mundo se destina a la agricultura. La investigación y las innovaciones técnicas en el ámbito de la agronomía son cruciales para maximizar el uso eficiente del agua en este sector, y se deben llevar mucho más allá. Sin embargo, enfrentar la escasez inevitablemente implicará revisar las prácticas y políticas agrícolas para asegurar su sustentabilidad.
Mijail Gorbachov y Jean–Michel Severino
(PNUMA)
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